lunes, 9 de julio de 2012

London calling



Yo pensaba que ya mi corazón estaba completo entre Barcelona la ciudad en la que habito, La Habana la ciudad que me habita, Cartagena de Indias, mi pasado hispano, Nápoles mi pasado mediterráneo y algunas veces Estambul y ese extraño paseo en barco por el Bósforo.

Pero hay una ciudad que lo hace a uno olvidarse de las otras y esa es Londres, porque nunca será mía ni de nadie, se pertenece sólo a sí misma y a sus fantasmas: Haunted London y la cabeza cortada de Ana Bolena.

En Londres todo puede ocurrir, es una ciudad que se abre ilimitadamente al viajero y al que la habita sin preguntar ni de donde viene ni para donde va. Te acoge, te invita y te suelta a su aire como en la noria que has visto tantas veces en las postales.
Londres tiene las tres F: Fun, Food & Frivolity. Pero toda tentación tiene un precio:  El metro te puede tragar sin compasión, o tu vida puede cambiar en el trasbordo de un tren, tienes que escoger entre las cientos y miles de posibilidades de llegar a un lugar, sea este el Chinatown con sus restaurantes que ofrecen apetitosos Dim sum – el desayuno de los domingos, el Soho espléndido de día y de noche más aún con sus lujosos cafés, el recuerdo del Troy Club donde Francis Bacon perdió sus pasos más de una vez, los parques donde el color verde parece multiplicarse en hectáreas y hectáreas y si logras llegar al final alguien me dijo que te esperaría Peter Pan sonriente en su fuente de amistad...
Qué decir de Edware road con su olor a pastelería árabe, toothing bec con sus calles olorosas a curry y a Jerk, las malas calles de Brixton vestida de negro para la noche, escuchando risas en un bar de karaoke... o Hampstead con las majestuosas casas donde vive la rich people, pero menos rich que los de Richmond quienes durante el verano agradecen las vistas del sol reflejado en el río, por no hablar de Brighton repleta de estudiantes escondidos en los pubs en un hostil día de lluvia dormitando después de salir a la luz en las noches locas del comienzo de curso.

Indian Take way, Thai specialities, Mind the gap, Burberry, London Victoria, Coven Gardens, Peter rabbit, bagels for breakfast ...London take me away! Y es que allí parece que todo te lo puedes llevar a casa, hasta las tiendas de los museos son un museo en sí mismo, Mary Cassatt en la Nacional Gallery, un exposición pequeñita, íntima como su obra: señoras en pijama leyendo o vistiendo a sus hijos, a mí me apasiona. Fue la única americana de los impresionistas. Y en la sala de al lado Leonardo y la Virgen de las rocas: Virgin on the rocks sponsorised by BP!
Afuera, en la calle, todo va al revés, vigila tu derecha y tu izquierda para pasar la calle. Los taxis son tacitas negras y los buses de dos plantas son dragones rojos con dientes arriba y abajo.
Siempre hay el lugar para un enorme capuchino  en un mug donde caben tus sueños (olvida para siempre el cortado en vaso y en la barra) o para la comida somalí que nunca probé... y si aún creéis que los ingleses sólo toman té y cerveza mirad el montón de teenagers en el Café Costá y Café Nero y donde Roger se tomaba un babychino (sin café, solo leche con cocoa y espumita).
¿Son neuróticos? Puede que sí, pero que bien sienta dar las gracias y pedir perdón por pedir permiso. No importa que lleves allí 20 años o 2 días, la ciudad te seduce: todo se puede vender y a la vez todo se puede comprar: La palabra mágica es shopping. Los aparadores son bellísimos repletos de canastitas con Easter eggs (huevitos de pascua pintados en brillantes tonos pastel).
Mi espiritu estoico me decía que casi mejor que lloviera o que cerraran las tiendas temprano para no tener la tentación de entrar y menos aún de comprar y que tuviera ciudado pues los pounds vuelan más que los euros.
Mi lado hedonista me indujo a probar la miel escocesa de la despensa de mi amigo Charly Brown y supe entonces  el significado de la expresión  sweet honey para alguien que amas.
Marcia & Cat people

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