viernes, 13 de julio de 2012

Besos robados a la memoria de Truffaut




¿De dónde viene que la técnica sea hermana

 de la emoción y el rigor de la libertad?

Jean-Luc Godard[i]



La imagen en el cine, según el filósofo Edgar Morin, es la expresión de la emoción, del recuerdo y del símbolo. El recuerdo proyectado por la imagen cinematográfica es una especie de vida encontrada, una vida perpetuada, ya que esa imagen es un desdoblamiento, un doble y una ausencia.

Seguramente por esta razón me detengo en la nueva vida que dio para sí mismo y que fue capaz de proyectar a su público el gran director François Truffaut. Él mismo creó y tiñó de nuevos matices a Antonie Doinel, reflejo de su memoria del pasado, y concedió al actor Jean Pierre Lèaud perpetuar una imagen doble y enigmática de un espejo común.

Morin en El Cine o el hombre imaginario, también se refiere al mito de la estrella de cine, oséa a la doble vida que suele llevar el actor; la suya nunca concebida sin la de sus películas. Si hay una manera de ejemplificar ese mito, bien podría ser a través de Antoine Doinel que expresa la “potencia psíquica” tanto para el actor Lèaud y para el autor Truffaut.

La memoria de la infancia y el tremendo paso a la adolescencia del cineasta francés se recrea en Les 400 Coups  (1959). ¿Cuál fue el destino de ese muchachito rebelde que en el último larguísimo plano-secuencia escapa al mar?, ¿Por qué se detiene y ante el primer plano final le da la espalda al mar, y en su rostro prevalece una interrogación ante su propio destino?

Particularmente, siempre quise saber de ese niño como si se tratara de un antiguo vecino o un compañero de escuela. Ese niño se convirtió en un joven que sale del ejercito sin ni siquiera poseer el certificado de buena conducta, pero no por la agresividad latente de su carácter en Los 400 coups  (ya que se ha hecho voluntario) sino por “inestabilidad de carácter”.

¿Cómo fue a dar Antonie al cuartel después de las atropelladas clases en el colegio donde su profesor no hacía más que repetir la palabra patria? para contestar, debo advertir que Antoine se ha convertido en un romántico que leyó “Servidumbre y Grandeza” y seguramente después de su decepción amorosa con Colette en el episodio de L’amour à vingt ans, decidió enrolarse en el ejercito.

En una celda cerca de la Torre Eiffel se encuentra Antoine con 10 años más que cuando se quedó absorto en la playa. Antoine se esconde detrás de un libro, al ver que es “El Lirio del Valle” de Balzac, y no puedo evitar sonreír y recordar cuando le puso una vela al novelista antes del examen en Les 400 Coups.

En Baisers Volés (1968), film que la otra tarde recuperé  en el canal CinemaTK haciendo zapping entre los canales de absurdos concursos y desconcertantes dibujos animados, palpé nuevamente esa la nostalgia de los primeros años de juventud cuando uno trata de integrarse en el mundo, en cualquier época o contexto sabiendo que el mundo es, como diría el maestro Monterroso, un lugar perfecto pero confuso . El ejemplo de Doinel me sirvió para refrescar la memoria, mediante un Lèaud “pas moderne du tout” pero no anacrónico, que mantiene viva la personalidad del genial Truffaut prolongada como un eco inconsiente del niño o niña salvaje que llevamos dentro.




[i] En el prefacio a La Peau Douce, en Avant-Scène No. 48.

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